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martes, 3 de junio de 2014

¿Sonríes? Proyecto #A1000Manos


A Manuela le duele el pecho. Ella tiene 63 años y es hipertensa, sin presentar ningún otro antecedentes ni factor de riesgo cardiovascular. Dice que le duele el pecho desde hace unas dos horas, describiéndolo como una presión sin ningún tipo de irradiación ni cortejo vegetatito asociado. Le hago un electrocardiograma, que únicamente muestra un bloqueo de rama derecha (muy típico en pacientes mayores). Decido que pase a observación mientras sale la analítica y le hacen una radiografía de tórax. La tarde está siendo tranquila, así que me acerco a su cama e intento indagar algo más sobre su vida diaria para poder filiar bien ese dolor.

Resulta que Manuela es la cuidadora principal de su marido, que tiene una enfermedad de Alzheimer algo avanzada. Me dice que ella se encarga de vestirle, asearle y darle de comer, y su hija me lo corrobora. Cada día le va costando más porque ella también va teniendo sus achaques; pero no quiere abandonarlo en una residencia.

Me siento en la cama, a su lado, y le informo que tanto la analítica como la radiografía están bien, por lo que, de momento, su corazón (al menos, su parte orgánica) no está sufriendo; pero...
Le digo que hay cosas de las que ya no puede hacerse cargo, como levantar o duchar a su marido, que no puede con su peso. Ella asiente con la cabeza, entre lágrimas. Me dice que ya lo sabe, que es consciente de que no puede ayudarle como antes; pero no quiere molestar a sus hijas (tiene 3) y que no quiere llevarlo a una residencia. Le explico que no tiene que sentir vergüenza por pedir ayuda, sino todo lo contrario: hay que ser muy valiente para hacerlo. Me pregunta sobre la evolución de la enfermedad de su marido. Los neurólogos ya le han explicado que no tiene cura y que irá progresando, que tendrá días mejores y peores; pero que llegará un momento en que no les reconozca. Se lo corroboro. Le digo que es cierto, que así será. Necesita saberlo para poder afrontar los momentos que vendrán.

Manuela, su hija y yo lloramos.

Después, Manuela me sonríe. Sonríe y me dice que necesita ayuda, que sus hijas ya se lo habían dicho muchas veces. Dice que ahora está preparada para hacerlo.

A las pocas horas, Manuela y su hija se van a casa sin dolor, y con el alivio y las ganas de querer hacer lo mejor para su marido y padre, respectivamente. A veces no necesitamos fármacos...
Después, llegó la noche. Fue una de las noches más duras que recuerdo estando de guardia: SAMU, infarto, código ictus... Pero, después de todo, a la mañana siguiente salí satisfecha.

Este post se engloba dentro del proyecto #A1000Manos que han iniciado Iñaki y Rut. No sé si os sacaré una sonrisa; pero espero que os guste.

sábado, 25 de mayo de 2013

Nada que perder, mucho que ganar

Desde wikisanidad, nos invitan a escribir sobre la brecha digital para el Carnaval de la Salud de mayo.

Algunos argumentos escuchados en contra de subirse al carro del 2.0:
  • "No sé cómo funciona": yo tampoco sabía cómo funcionaba una lavadora hasta que mi madre me enseñó. Como todo, se mejora con la práctica.
  • "No puedo aportar nada": ¿¡cómo!? Todos podemos aportar algo y no hace falta que esté siempre relacionado con el ámbito sanitario, sino que puedes compartir cosas sobre tus aficiones, por ejemplo.
  • "Eso es una pérdida de tiempo": quizá esto es lo que más he oído. Yo más bien diría que invierto bastante tiempo; pero creo que gano mucho más de lo que puedo perder (en realidad, no creo que pierda nada). Soy una firme defensora de que no todo se aprende en un aula.


Como anécdota de estos primeros días pululando por el hospital, en mi recién estrenado servicio aún se usa el pen drive para pasarse documentos unos a otros cuando quizá sería mucho más fácil compartir una carpeta de Dropbox, por ejemplo. Quizá algún día me atreva a proponerlo...

¡Ah! Y no en todos los ordenadores hay disponible conexión a Internet. Para algunos, hay que solicitarla... ¿Quién agranda la brecha?

jueves, 21 de marzo de 2013

¿De verdad cuidamos a nuestros pacientes?

Como sabéis, a principios de este mes acudí a las Jornadas PostMIR que organizó la academia CTO en Madrid. Después de un par de charlas, unas cuantas nos fuimos al Hospital 12 de octubre a preguntar en varios servicios sobre la residencia. Hasta aquí todo normal, es lo que todos los Rblastos estamos haciendo ahora: patearnos los hospitales en busca de nuestro futuro servicio.
Mi sorpresa fue que al entrar por la puerta principal no había ningún puesto de control, ni personal de seguridad que nos preguntara a dónde íbamos. Sólo un ancho pasillo hacia las escaleras.
El pasado lunes también estuve en los tres hospitales de Sevilla y ocurrió exactamente lo mismo.

Algunos os extrañaréis de mi sorpresa; pero es que esto no ocurre en los Hospitales de Badajoz y Mérida. Aquí tenemos puestos de control en los que nadie pasa sin una tarjeta de visitante o un papel de cita para alguna consulta externa. Aquí haré una distinción porque en el Hospital Infanta Cristina (Badajoz) sí que se puede acceder a las plantas de hospitalización a través de las consultas externas; pero, por lo que he podido ver, no ocurre así en el de Mérida (se puede acceder; pero no sin pasar por un puesto de control).

El hospital no es el sitio ideal para recibir visitas. Entiendo que el paciente ha de estar acompañado por un familiar; pero de ahí a que toda la familia tenga pasar por la habitación... El hospital tiene que ser un lugar agradable (en la medida de lo posible, claro) donde el paciente pueda recuperarse y descansar hasta que pueda ser dado de alta. ¿No es mejor recibir visitas cuando ya estés en casa, recuperado y a gusto? Yo soy más de esto último :)

Y esto también intento aplicarlo a las que recientemente han dado a luz. Madres recientes con puntos recientes... La situación ideal para ser visitada. Bueno, no la visitan a ella, sino al bebé ;) Esta ansia particular nunca lo he entendido del todo, la verdad. ¿No es mejor hacer la visita cuando ambos estén tranquilamente en casa?
¿Y qué me decís de los pasillos llenos de flores? Hace un par de años, el ahijado de mi madre tuvo una niña y, cómo no, a la madre había que llevarle un ramo de flores. Pues nada más llegar a la planta nos encontramos lo que yo ya sabía: todo el pasillo lleno de ramos porque no se permite que estén en las habitaciones. Así que esta costumbre tampoco la entiendo. Yo soy más de llevarles una caja de bombones (o similar), que sé que lo van a disfrutar mucho más ;)

Convenciones sociales que no me convencen nada en absoluto (aparte de las connotaciones en materia de seguridad que le queramos dar), y de ahí que me plantee la pregunta con la que titulo este post: ¿de verdad cuidamos a nuestros pacientes?
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