viernes, 20 de diciembre de 2013

Cuando la hora llega

Ilustración de @mlalanda en su post Cuando sea vieja me moriré


Este mes llego tarde al #CarnavalSalud. La octava edición ha cerrado con 44 posts, ¡enhorabuena!
Nuestros amigos de Wikisanidad nos propusieron hablar sobre El derecho a bien morir. El texto que inspiró el tema es un post de Mónica Lalanda titulado Cuando sea vieja me moriré.

Cuando eliges dedicarte a la Medicina, empiezas a (intentar) asimilar que durante el ejercicio de tu profesión serás testigo del fallecimiento de algunas personas. Durante la carrera me enseñaron que la muerte forma parte de la vida; pero es durante la residencia cuando esto cobra mucho más sentido. Sin ir más lejos, hace unos días tenía que realizar el informe de ingreso de dos pacientes que fallecieron a las pocas horas de subir de Urgencias y a uno de ellos no me dio tiempo ni ir a verle antes del fatal desenlace.

La primera vez que me enfrenté al fallecimiento de un paciente fue hace un par de meses. Era una abuelita que venía de una residencia con un deterioro general bastante importante y fiebre. Tras unos análisis, resultó ser una infección urinaria que hizo que se descompensaran otras patologías previas que ya tenía. Debo añadir que en todo el proceso no apareció ningún familiar. A pesar del tratamiento antibiótico, la paciente no mejoró y finalmente falleció. Cuando me llamaron, me quedó un poco bloqueada porque jamás había visto un cuerpo muerto ni certificado una defunción, así que llamé a mi adjunta para decírselo. Ella me acompañó y me estuvo explicando el método: electrocardiograma, comprobar la arreactividad de las pupilas y la ausencia de respiración espontánea, etc.

El proceso de morir nunca es sencillo. En la mayoría de los casos, varios procesos confluyen y llevan al paciente a un deterioro progresivo durante el cual la familia y el propio paciente van asumiendo, ingreso tras ingreso, que éste se está apagando.
Sin embargo, en otras ocasiones, esto no es así y es donde, en mi opinión, el médico juega un papel importante. Hacer cosas, como poner una sonda nasogástrica o realizar una gastrostomía, es muy fácil. Lo realmente difícil es parar, es decir basta. Puede sonar muy frío, pero a veces llega un momento en que lo mejor que puede pasarle a un paciente es fallecer. En esos momentos en los que no merece la pena hacer nada más es donde el médico tiene que volver a hablar con los familiares, explicar de nuevo la situación. La comunicación es fundamental.

En mi opinión, debemos buscar una buena calidad de vida para nuestros pacientes, siempre, por supuesto, valorando el estado previo y la evolución de las patologías que ya presente.

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